Lo histórico, una costumbre de los pibes dorados

A pesar de que venía de ganar todo con el Real Madrid y hacer un gran Preolímpico en México, nunca pensé que iba a volver a ver al Chapu Nocioni de Independiente de Pico, esa bestia enjaulada sin jaula que pasaba por arriba a todo lo que tuviera enfrente y que sólo el Atenas de Milanesio y Campana podía detener. En el Preolímpico de ese año encaró por la línea de fondo y se la volcó en la cara a Kevin Garnett y Tim Duncan, una jugada de la que se habló más que del propio partido. Es que en 1999, a tres años de Indianapolis, eso era lo más cercano que se podía estar de una estrella NBA sin pedirle una foto después del partido. Catorce años después, Nocioni la rompe contra Brasil en las Olimpiadas de Río como el pibe que solía ser.

Slam da month

Me compré una SLAM en el Tower Records de Santa fe y Callao porque tenía varias fotos de esa jugada, elegida como la volcada del mes, porque no la había visto nunca. En una época sin youtube y sin que un partido de basquet tuviera la trascendencia para ser repetido, le mostraba esas fotos a mis amigos que tampoco habían visto la jugada. Tiendo a pensar que ahí empezó todo, aunque la historia dice que fue en esa promesa que se hicieron este grupo de pibes en el Mundial sub 22 de Melbourne en 1997 cuando perdieron contra Australia en la última jugada.

Desde esa volcada a la faja de Sconochini contra el Dream Team en Atenas 2004 hay apenas cinco años. La faja de Hugo es la jugada más hermosa que vi alguna vez en el basquet. Salta, amaga en el aire a pasarla a su izquierda, queda con una pierna extendida y la otra flexionada, y se la da a Monteccia que con la yema de los dedos la hace rebotar en lo más alto, altísimo, del tablero. La pelota apenas si toca la red.

En el medio, un equipo que en Indiana jugó el mejor basquet FIBA en mucho tiempo, buscando el pase extra, con grandes nombres pero sin individualidades. Así le ganó a una filosofía NBA que no sabe lo que es el juego en equipo porque nunca lo necesita. “Ahora se vienen, ahora se vienen” pensábamos todos mientras mirábamos ese partido porque no creíamos posible que la historia pueda ser cambiada… pero no se vinieron nunca. El resto de las delegaciones los aplaudieron cuando volvieron al hotel.

En el medio, también, tuvo su momento Manu Ginobili al definir el partido con Yugoslavia. De haber perdido ese partido, no sé cuánto de la historia que hoy existe hubiera sucedido. Tal vez esta generación hubiera arrastrado un karma de quedarse a nada de ganar algo. La revancha fue doble, del equipo contra la última jugada del mundial pasado, y de Manu contra el doble de Fisher a 0.04 segundos que derivó en la eliminación de los Spurs ese año.

Le ganaron al Dream Team de Iverson, Duncan, Anthony y Le Bron en sus “sperm days”, como dice la revista mencionada más arriba, con un Hermann que agarraba la pelota y la llevaba a un universo paralelo donde nadie podía llegar, esta vez al mejor estilo NBA. Recuerdo el Mundial de España como el mejor Pepe Sanchez que vi. Dos años más tarde, se llevaron el bronce sin Manu y con el Chapu en una pata… ¡contra Lituania! De ahí, no bajaron del quinto puesto en competiciones internacionales, venciendo a rivales superiores con un basquet por momentos de memoria, fino, lujoso.

El partido contra República Dominicana, en el Premundial de Puerto Rico 2009, para mí fue tan bisagra como el doble de Manu para que este devenir continúe. De perderlo, el equipo quedaba con poquísimas chances de pasar a segunda ronda con un buen arrastre de puntos y enfrente había un equipo con tres NBA. Scola y Prigioni jugaron todo el último cuarto con cuatro faltas, sabiendo que si uno de los dos se iba las posibilidades de ganar eran nulas, y todo ésto bajo amenaza de un repechaje contra los europeos más difícil de pasar, con Manu Ginobili descansando de la selección. Lo empataron con un triple del “Gringo” Pelussi y lo ganaron en suplementario conmoviendo como siempre.

Scola, líder en puntos y presencias, también lideró la intervención a la CABB. Con las garantías de ser un indiscutido adentro de la cancha, en especial después de los 37 puntos contra Brasil en octavos del Mundial de Turquía, Luis lideró la renovación de una CABB sin recursos económicos producto de la corrupción de sus dirigentes previo al Mundial de España. Ese Mundial parecía el final de la Generación. Recuerdo la tristeza, no por el resultado del partido contra Brasil, sino por creer que no iba a volver a sentir esa sensación de hazaña permanente cada vez que jugaba esta selección. Sin embargo, la jugada del capitán afuera de la cancha demostró que este grupo trasciende sus éxitos deportivos y no se desentiende de las generaciones futuras, porque no se desentiende de lo político. Scola lo deja en claro en esta nota: http://www.clarin.com/edicion_impresa/juego-Mundial-culpa-gestion-horrenda_0_1180682055.html

Conmover y convencer.

Lo primero que me dijeron cuando empecé a practicar basquet de chico, algo que forma parte del sentido común basquetbolístico, es que en este deporte “gana el que juega mejor”. El límite de los 24 segundos por posesión obliga a atacar y a defender de manera equivalente a los dos equipos, fragmentando el marcador de tal manera que cada posesión es una nueva oportunidad para sacar ventajas y ganar, incluso, con una diferencia de apenas un punto. Está más que claro que no pasa lo mismo en el fútbol, donde hay más

posibilidades de especular con la estrategia para nivelar el juego y las capacidades de los futbolistas de los equipos competidores.

Digo ésto porque una de las razones para entender que se hable de los partidos conmovedores y emocionantes de la “Generación dorada”, sus hazañas y epopeyas (al punto de hacernos quedar sin calificativos) es que este equipo no siempre se presentaba a priori como mejor que sus rivales.

Por otro lado, la otra razón que creo que hay que considerar es que a medida que pasaron los años el nivel de juego mundial se elevó de tal manera que, aún con un subcampeonato en Indianapolis y una medalla de oro en Atenas, este equipo siempre tuvo muy en claro cuáles eran sus límites según su capacidad de juego y la de sus rivales. Si no se le puede ganar a Estados Unidos y a España, el objetivo para volver satisfechos es salir terceros o entre los cuatro primeros. De vuelta, no pasa lo mismo en el fútbol, donde se suelen depositar esperanzas desmedidas en los equipos porque el reglamento del deporte lo habilita.

Así, cuando estas dos maneras de interpretar el juego y el propio nivel del equipo se juntan es posible plantearse límites realistas y superarse. Se podría pensar, como las disciplinas olímpicas individuales, que este equipo compite siempre consigo mismo. Entonces es cuando pasa esa paradoja por la que nos quedamos sin calificativos para hablar de la Generación dorada: este equipo se acostumbró y nos acostumbró a hacer historia. La sensación por la que nos emocionamos hasta las lágrimas con sus partidos es la sensación de presenciar algo histórico, un impensable superado y ahora vuelto posible (como por ejemplo, ganarle a Lituania, Croacia, Serbia o un Canadá con 8 NBA). Estos pibes nos hicieron acostumbrar a lo histórico, tan enemigo de la costumbre.

Y cuando creíamos que era el final en el Mundial de España, los pibes Scola y Nocioni acompañan a jugadores como Campazzo, Laprovitola y Garino a ganarle al México de Ayon en su cancha con 19.000 personas en contra para clasificarse a Río.

Otra vez, todos lloramos porque creíamos que la historia de este equipo se había terminado y sin embargo, otra vez y otra vez, nos demostraron que lo que creíamos lógico e imposible se podía superar, nos rompieron otro verosímil.

Gracias a los límites discursivos que permite el reglamento, con los sucesivos retiros el equipo se fue adaptando a suplantar lo que le faltaba y fue transmitiendo el juego con el valor que les da ser autoridades construidas y así convertirse en un ejemplo e inspiración para las generaciones futuras, incluso fuera del basquet en sí.

Deja un comentario